lunes, 9 de julio de 2012

DEDICADO AL BUEN ESCRITOR.

Y fuimos creciendo juntos
como amigos,
como hermanos,
sin uno poder prescindir del otro,
todo tan hermoso como el lazo más perfecto,
delicioso como nuestros primeros besos.

Y es verdad de ti solo quiero eso,
tu corazón, que es lo más preciado
porque de ese manantial de amor
encuentro todo lo demás,
sinceridad,
cariño,
amistad
y lealtad.

Y cada mañana me sorprendo
porque han pasado tantos años
desde que mis labios cayeron rendidos
en ese espacio virgen
que tanto anhelaba,
que tanto amaba
y que por tanto tiempo
ha sido el desemboque de este corazón enardecido.

Tu corazón es un buen escritor:
siente,
escribe,
analiza,
corrige
y cada día que pasa,
escribe más lindo,
más bello,
más hermoso
y sin embargo;
es humilde,
porque entiende que debe corregir
y volver a escribir.

Tanto tiempo,
tantas enseñanzas,
tantos juegos,
tantas molestias,
tantos llantos,
tantos sentimientos
y cuantos “te quiero”
e infinidades de “te pienso”

Así forjamos un camino.
Un camino bien construido,
por algunos lados medio poroso,
por otros exclusivos
y bien decía la indicación:
“¡prohibido ingresar!
solo para amores efusivos
y parejas que se quieran amar”

NO MÁS DE DIEZ, POR FAVOR.



Me siento bien. Antes lo ojos de otros soy un loco, eso me importa poco. No tengo más de diez amigos. No me siento mal; me siento feliz. Tengo amigos, pero son pocos y me siento un afortunado de tenerlos a ellos. Si no tuviera amigos, tampoco me sentiría mal. No hay nada de malo no ser un amiguero por excelencia, pero debo estar agradecido por ese grupo pequeños de personas que realmente se preocupan por mí y más que si se preocupan o no, agradezco por la sinceridad de ellos, porque cuando han tenido que decirme las cosas de frente, me las han dicho y sé que no lo dicen con malas intenciones: Ellos quieren que mejore. 

Debo agradecer a la vida, a esta corta vida aún, porque aprendí qué es ser amigo, debo agradecer a su vez porque me siento dichoso de no ser un obsesionado que se muere por agradarle a todos. Los que quieren ser mis amigos que lo sean, yo no voy a cambiar ni les voy a pedir a ellos que cambien. No soy un muñeco ni ellos lo son para mí. 

Los que son mis amigos entienden que no tenemos por qué ser iguales, que no podemos usar las mismas palabras ni tenemos que hablar diferente a las personas naturales. Debemos ser nosotros. Ser los mismos. Con mis amigos tenemos esto en común: nos parece ridículo todos aquellos que hablan con las mismas jergas en inglés, porque, claro está que hablar como peruano es asqueroso. O, a su vez, aquellos que por ser "sencillos" tratan de hablar lo más parecido a un delincuente. Gracias amigos por ser quienes son.

Mis amigos son aquellos que entienden que no pueden ser amigos de todos. Eso es mentira. Te estás cegando. No es amigo el que te escucha y luego se lo cuenta a otra persona. Jamás. Mis amigos entienden que no quiero que me adulen, sino que me digan en qué me equivoco y que, a pesar de ello, podamos continuar siendo amigos. No soy Dios, tengo millones de defectos, por favor.

Siento mucho conocer personas que por tiempo, distancia, entre otras adversidades, no hemos podido formar una amistad sólida. Sé que si el tiempo nos permitiera pasar más momentos juntos, definitivamente, haríamos lazos muy sólidos.

Por último quiero reiterarles las gracias a todos mis amigos y de la misma manera, a todas las personas con las que sé que si pasáramos más tiempo juntos haríamos una buena amistad(perdónenme por abusar de su confianza). Les agradezco por ser las personas que son. Les agradezco por ser mis amigos. Por ser personas sinceras. ¡Muchísimas gracias!

jueves, 8 de marzo de 2012

NI EN VERANO EL AMOR DEJA DE SER CRUEL.


Una mañana de verano había decidido salir a caminar, a dar un paseo, respirar otro aire y romper con la monotonía de estar por la mañana en casa. Fiel a mis ideas, resultó más excitante salir acompañado, intercambiar noticias, conversar un poco con mi familia y admirar lo que el día me entregaba con mucha estima.  Creí que sería un día común, sin novedades, más de lo mismo e incluso, algo aburrido, ya que no había planeado nada que lograra divertirme tanto como yo hubiese querido. En definitiva, se trataba de salir de la rutina y a su misma vez, pasar una linda mañana junto a mis papás y hermanos.

El calor sofocante de aquel día de Febrero me estaba agobiando, tanto así, que por momentos deseaba dar marcha atrás y volver a casa, pero era imposible, sólo tenía que esperar a que se termine de realizar todo lo que se había planeado con anterioridad.  Pero, cada minuto que transcurría lo odiaba más que el minuto anterior, porque no solo era el calor que me sofocaba, también me irritaba ver pasar, de cuando en cuando, a ese rara especie humana de hombres que le gusta taparse el rostro con sus largas cabelleras y peor aún, muchos de ellos con los cabellos bañados en aceite de cocina (creo yo), ya que espero que no sea por falta de higiene. Y me es imposible no decir cuánto repudié  a todos esos sabandijas  que  sin vergüenza alguna miraban fijamente los glúteos de las mujeres que transitaban por delante de ellos. ¡Qué cosas tan terribles!

Una voz patética anunciaba en la radio que era el mediodía y que la temperatura había llegado a los 30°. Consumir un delicioso helado en ese momento sería justo y necesario. El helado, efectivamente, calmó en parte el bochorno, pero ahí no acababa todo, teníamos que terminar con el recorrido, felizmente la próxima parada sería en un lugar fresco y acogedor, advierte mi mamá. Bajamos al centro comercial y estaba repleto de personas. Logré reconocer algunas amistades, los saludé de lejos, no quería acercarme, no me sentía bien, el calor, esta vez, me había jugado una mala pasada. Luego, me distraje, mientras conversaba con mi madre, ya algo más calmado gracias a ese refrescante aire acondicionado. Andaba distraído, prestando absoluta atención a lo que mi madre me contaba, cuando de pronto, sentí la necesidad de levantar la mirada y direccionarla hacia un lugar exacto, hacia un punto fijo, hacia ese extraño lugar que sin haberle prestado atención había causado en mí una inefable sensación. ¿Quién lo diría? Estaba aquella niña a quien había visto hace muchísimo tiempo, la más linda de todas las mujeres, con un aire único de inocencia absoluta, que me inspiraba mucha confianza y ternura. Me acerqué a ella, la saludé y sin mayor reparos, ella me conversó; sin embargo, reaccioné como un niño de nueve años, a quien le causa pavor hablar con esa chica por la que se siente atraído y que, a su misma vez, no quisiese que se aleje de él por ningún motivo. Sentí que todo el mundo tenía los ojos puestos en nosotros dos y en consecuencia, todos se habrían dado cuenta que yo estaba enamoradísimo de aquella chica.
Mi actitud tan infantil fue la causante del término de ese hermoso encuentro, de esa conversación que yo hubiese preferido que durase toda una vida, una eternidad, pero, es cierto, cuando uno está enamorado no piensa en otra cosa aparte de cuánto te gusta y lo bella que se le ve. Me despedí de ella con el corazón en la boca, con ganas de decirle suavemente que la quería para mí, que confiara, o a lo mejor, que me regale un abrazo fuerte en respuesta a mi gran cariño que le profeso. ¡Bah! ¡Qué tontería! El amor es un hipócrita, a veces, te da alegrías, te hace sentir seguro y sin embargo,  luego te ejecuta, te asesina el corazón con algún desaire o una sincera respuesta que te avisa que no eres correspondido, que eres un triste y pobre infeliz. Así  fue como decidí resignarme a una simple y triste despedida y planear un próximo encuentro en el que pueda estar más calmado y poder conversar mejor, y a lo mucho, tomarme de valor y decirle cuánto la quiero. ¡Imposible! No la volveré a ver dentro de mucho tiempo y sin ser exagerado, probablemente nunca más la vuelva a encontrar.

Desde aquel día siento que soy parte de ese grupo de hombres y mujeres que se enamoran a primera vista, pero que el terrible señor Cupido goza con nuestros dolores, festeja nuestras tristezas y peor aún, cuando el corazón está a punto de superar a ese amor imposible, vuelve y te enamora nuevamente, te hace sufrir, lloras, no dejas de llorar y sin embargo, él no deja de reír.

lunes, 5 de marzo de 2012

MI ALMA GEMELA.


Nos veíamos como ciegos.
Nos divertíamos con el dolor
Hasta que nos desvestimos sin pudor.

¡Qué placentero era verte modelar!
Cuerpo femenino que cualquiera ha de admirar,
Cuerpo masculino que al cuerpo femenino ha de aparentar.

Era lindo verte desnuda
Viéndome reflejado en tu hermosa escultura
Que me llena de mucha pasión y dulzura.

Desnudos nos empezamos a acariciar,
Encontrando las profundas llagas
Que nos deseaban matar.

Vivíamos la excitación de acariciar los sentimientos,
Teníamos lo más claros pensamientos,
Ya que mi cuerpo aparentaba ser tu cuerpo
Y tu cuerpo aparentaba ser mi cuerpo.

Logré entender al término la faena
Que tus labios realmente son mis labios,
Los dos sonríen disimulando felicidad;
Que tu corazón es mi corazón,
Los dos quieren sentir la satisfacción
De aquella magnífica excitación
Y que tu cuerpo es mi cuerpo,
Con muchas llagas del dolor
Pero con una piel nueva
Que quiere luchar por el amor.


domingo, 4 de marzo de 2012

EL SUICIDIO DEL COMPLEJO.


Desde hace muchos años me dediqué a tratar de hacerme amigo de mis compañeros del colegio que se movían en mejores grupos que yo. Hice de todo. Me reía de sus chistes, así no me dieran risa, los halagaba aunque me parecieran unos pelotudos, creídos y atorrantes. Para ser sincero, yo quería ser así y mis padres, también quería que sea así.

Me moría porque Mario me invitara a sus reuniones, que me dijera para salir con su grupo o simplemente, hacer algo los dos solos. Todo lo que hice fue en vano. Mario sólo me utilizaba, mientras estábamos en el colegio para que le pase la respuesta, le dé la razón en todo y le festeje sus bromas. Luego, cuando estábamos en la calle hacía que no me veía y en el mejor de los casos, me saludaba con mucho desdén. Yo me deprimía, porque pensé que jamás volvería estar en ese grupo y mis padres literalmente me matarían.

Es así como un tiempo me alejé de ese medio. Busqué refugio en mis amigos de infancia, mis amigos del barrio, mis verdaderos amigos; quienes siempre tuvieron los brazos abiertos para mí. Odié por mucho tiempo a los chuchasumadres del grupo de Mario. "Esos pituquitos de mierda se van a cagar conmigo. Ya se jodieron. Sus fiestas y amigos me los paso por los dos cojones. Ojalá que se pudran y cuando llegue a ser algo en la vida me la voy a vengar; que no me pidan ni mierda." pensaba cada vez que los veía.

Mientras más me alejaba de ellos, más cólera les tenía. Odiaba ver a Mario y a sus amiguitos con chicas lindísimas. Mario, tampoco hacía el intento de llamarme a su grupo nuevamente, jamás me presentaba a una de esas chibolas pituquitas que tanto me arrechaban, pero que nunca me hicieron caso. Es verdad, pues, ellos son muy bellos, respetuosos y con buena labia, en especial, Mario. Él es un hombre ágil, fuerte y es muy amiguero.

Todo eso fue hasta cierto tiempo. Mis papás me pedían que intente nuevamente hasta que me convencieron y fui en busca de ellos. Además, eso serviría para demostrarles a mis amigos de toda la vida, que había llegado  más lejos que ellos, que era parte de los “pituquitos” - como ellos le decían y yo, en algún momento lo dije-- pero, para reinsértame creí necesario hacerme un nuevo corte de cabello, vestirme como ellos, demostrarles que era un bribón e incluso hablar con las mismísimas jergas. No obstante, también necesitaba saber de los últimos acontecimientos para poder entender las bromas y ser partícipe de ellas. Todo un cambio.

--Brother, está pajasa.

De verdad, se me veía como ayayero, lameculos, sobón. Pero, ¿Qué podía hacer? No me quedaba otra. Yo tenía que llegar a ser tomado en cuenta en ese medio. Ser uno más.
En ese perseverante intento de ser como el líder del grupo - es decir, como Mario- empezó a nacer algo extraño en mí. Me enamoré de Mario, era todo para mí. Me sentía como una verdadera puta. Todo lo que él me pedía, lo hacía, a cambio de seguir siendo su amigo. Nunca intenté nada con él; a pesar, que me gustaba. Sé que si lo hacía, él me odiaría y dejaría de ser mi amigo, ya que él es muy pegado a la religión.

Nunca me había pasado algo parecido. Toda la vida me habían gustado las mujeres, pero no era oportuno enamorarme de una chica en ese momento, porque temía que a mis amigos no le pareciese bonita. Empecé a hablar mal de mis amigas, prácticamente las trataba de rameras para que ellos no creyesen que una de ellas posiblemente me guste. Creo que el hecho de no interactuar con mujeres y mi arrechura casi como la de un animal, me llevó a enamorarme de mi mejor amigo.

Después de un tiempo, me empezaron a tomar en cuenta en sus reuniones. Comencé a medirme más al actuar y al hablar, a observarlos cómo ellos se comportaban frente a las chicas para yo también hacer lo mismo y a reírme a carcajadas de sus chistes para que no me vean como un estorbo. (Ya era parte del grupo)
Cuando llegaron las vacaciones nos alejamos un poco. Me enteré que habían conocido unos amigos en Lima y andaban con ellos en reuniones y fiestas. Esto no me incomodó, entendí que si no me invitaban era porque estaba en Chincha y era complicado viajar.
Una noche me conecté al Messenger. Decidí saludar a Mario, tiempo que no hablaba con él.

  --Hey, ¿Qué ha sido de tu vida, huevón? A los tiempos.
                --Discúlpame, pero, ahora no tengo tiempo.


    "Qué raro porque está de vacaciones. No creo que no quiera hablar conmigo. Él es mi amigo y nunca me haría algo así" pensé. Luego, busqué a Tomás, un gran amigo del grupo.



  --Brother ¿Cómo estás? ¿En qué andas?
                --Bien, bien.
                --Me alegro como mierda que estés bien. Qué paja encontrarte después de un huevo de tiempo. Se te    extrañaba un culo.
                --Ok ok, gracias. Ya me tengo que ir. Hablamos otro día.

Mi vida se vino abajo. Mis dos mejores amigos me habían dicho que no podían hablarme. Noté que no era normal en ellos hablar de esa forma. Ahora mis padres se desgañitan replicándome porqué dejé perder ese grupo. Mis papás toda la vida me hicieron ver en ellos a los mejores amigos de mundo.

Hoy odio ese maldito y puto complejo que me inculcaron mis padres. Ahora, no tengo amigos. Mi grupo de toda la vida ya no me quieren, ya un día me invitaron a una reunión y les dije que no iba a ir a nunca más, que en el grupo de Mario es otro ambiente y que sus reuniones se las metan donde nos le caiga el sol. No quería ser amigos de ellos nunca más.
La vida ha dado vueltas. Ahora, yo soy quien necesito un grupo. Ahora, yo soy el excluido. Nadie me quiere y nadie me querrá. Estoy metido en esta mierda de las drogas por hacerme el “pendejo” del grupo, por creer que esa maldita hierba me iba hacer más persona. Sólo soy un perfecto estúpido. Ya no quiero seguir en esta vida. Mis sueños están hechos mierdas.

Ya es tarde. No sé qué hago en este mundo. Ya debo de partir. Sólo esperaré que Dios decida en qué momento la pócima termine de hacer efecto en mí. ¡Hasta nunca!





sábado, 3 de marzo de 2012

LAZOS.


La magia se empieza agotar,
las sonrisas se vuelven malestar,
la calma se convierte en incertidumbre
más de lo de costumbre.

Los ánimos se despluman,
los lazos de amistad se desanudan,
los idilios se enfurecen
y muchos corazones que ya fallecen.

Corazones enajenados
y mal humorados,
se regocijan en despedazar
lazos que no serán muy díficiles de volver armar.



EL SEÑOR DE MIS SUEÑOS.


La noche me sonríe,
en verdad, son las estrellas que ríen
y en cada estrella, tu sonrisa vive.

Tus abrazos han dejado huellas en mi piel,
tus consejos impregnados en mi mente
y tus últimas semanas que hiciste el papel de padre
quedará grabado en mi corazón para siempre.

Recuerdo nuestro amor inmaculado,
un amor estupendo,
sin intereses ni caprichos.
El juego perfecto:
Yo buscaba más amor en ti
y tú, en mí.

En mis oraciones cojo tus manos,
hablamos algo consternados
recordando los bellos momentos que compartí a tu lado
y al terminar, los dos estamos muy emocionados
porque hemos hablado
y una vez más te he abrazado.

Una noche más cuidarás de mí,
una noche más hablaremos de lo que viví junto a ti,
una noche más te diré cuánto te quiero
y una noche más te darás cuenta lo mucho que te pienso.



EL LIBRO DE LA VIDA.


Uno mismo es quien escribe el libro de su propia vida, aunque algunos otros también desean participar de la redacción. Se trata de un libro que tiene una fecha de nacimiento, pero no tiene una fecha exacta en la cual deba ser terminado.  A veces es incómodo para el personaje principal que otros hayan escrito sobre él, que otros se sientan parte de sus triunfos mas no de las derrotas, y en el peor de los casos, que otros hayan escrito con el fin de dañar el cuento. El libro de la vida es muy enredado, un libro lleno de capítulos buenos y malos, pero al fin y al cabo, así es la vida: nunca todo es bueno.

Lo más bonito de esta vida es realizar acciones en las que nadie intervino, acciones que uno mismo realizó por sí mismo, pero que lamentablemente otros se enorgullecen de algo que no les pertenece ni les pertenecerá y sin embargo;  luego esconden la cara cuando uno hace algo malo y recriminan demasiado. 

Pero no sólo eso le molesta al personaje principal,  también le molesta las personas falta de personalidad, las personas que aparenta ser lo que no son, la gente que piensa que su presencia en la iglesia los hace ser mejores personas automáticamente, pero no se dan cuenta que en el fondo de su corazón hay rocas que estorban demasiado, rocas que nunca los dejarán ser buenos, mientras no se dan cuenta que sentarse en un silla todos los domingos no es milagroso, mientras que ellos mismos no tomen el control de sus propias vidas. Muchos de ellos aman ser un excremento de personas, pero desean aparentar ante la sociedad, quieren quedar bien y al final de la misa hacer vida social, así todo el mundo los verá como gente de excelencia, lamentablemente todos se dan cuenta de las asquerosidades que hacen con sus vidas, los únicos que no se dan cuenta o no quieren darse cuenta son los que depende de ellos y los que a la misma vez son así, y se pretenden entre ellos cubrir.

Así como estos,  también existe otro tipo: “Quiero parecerme a mi amigo”. Estos individuos viven en un afán increíble, capaces de hacer de perritos falderos de sus ídolos. Estos son los que no se sienten bien consigo mismos, los que no tienen palabras, ya que se las tragan para no discutir con sus ídolos; perdón, amigos. Entonces, todo el entorno se vuelve lo mismo, parece que todos hayan sido abortados de una misma madre; perdón,  nacidos de una misma madre. Todos hablan un mismo lenguaje, todos usan las mismas las palabras y todos quieren ser como el ídolo del  momento.  Es divertidísimo ver a ese grupo de gente, parece cuando en un programa de televisión contratan público para que se rían de los chistes del conductor; aquí es igual, todo se ríen de los chistes del ídolo con tal de caerle bien y que a su misma vez, éste acepte que los demás se copien  la forma de hablar, vestir, vicios, entre otras cosas.

Al protagonista de mi libro le es odiosísimo ver a los que siempre se comparan. Personas que viven en estúpida rivalidad, una rivalidad innata, una rivalidad que no fue creada por nadie, sólo por su imaginación. En ellos su vida depende de los demás, de lo que tenga el otro, de lo que diga el otro y si alguien hizo algo bien, hay que tratar de minimizarlo, hay que joderlo, que se pudra y  joder a tal punto que nunca más lo vuelva hacer. ¡Qué triste! Así abonan su vida, echando un abono que es el peor para el desarrollo de ellos mismos. De esa manera en vez de crecer, se marchitan, terminan siendo nada: polvo y sólo sirven de veneno, mientras que los otros florecen y hallan esa felicidad que ellos desearían tener, pero nunca la tendrán.

Así es la vida, esté llena de mucho excremento y a la vez de muchas cosas buenas. Es mejor cuando uno toma la dirección correcta y hace el bien porque le nace, mas no por el qué dirán. Así es la vida, te encuentras con todo tipo de persona, cada cual más rata y en otros casos, cada cual más bueno.  Sería perfecto que el mundo esté hecho de actos buenos, no de intenciones, sino de ACTOS. El libro de tu vida debe ser bien escrito, debes sacar de tu vida las personas que te harán daño e incluir a las personas que te harán crecer. La vida es bella, pero sin ratas ni imitadores.

MI PERVERSA JUVENTUD.

Dedicado a todos los hombres como yo, que han vivido, estan viviendo o están por vivir la etapa de la pubertad.


Ya ha empezado la misa dominical y varios fieles están esperando de manera ordenada a que llegue un sacerdote para que los confiese. Hay gran cantidad de jóvenes en la fila para las confesiones, pero ¡silencio!, cállate que ahí viene el sacerdote, qué va a decir después, conoce a nuestras mamás.

Se acerca al confesionario Lorena, una chica pura. Siempre suele hablar de la religión, incapaz de dañar a alguien. Es un ángel. Muchos de los que la conocen creen que será monja.

—Ave María purísima.

—Sin pecado concebida.

—A ver hija, dime cuáles son tus pecados.

—Padre, no sé cómo decirlo, no fue mi culpa. Perdóneme. —dice Lorena.

—Hija mía, confía. Dios me ha puesto en tu camino para que te perdone y te ayude a encontrar el verdadero camino. —dice el sacerdote.

—Gracias Padre. La verdad es que he tenido relaciones sexuales. —cuenta Lorena, sollozando—Pero, no fue mi intención, yo no lo quise hacer, estoy arrepentida, me dejé llevar.

—Pero, cuéntame más para poder saber qué tan grave fue.

—Estábamos conversando en su carro, mientras paseábamos por la ciudad y él entró a un lugar…

—Eso no. Cuéntame cómo fue en  sí el acto. –interrumpe el padre, queriendo saber más de lo normal. La joven le parecía muy simpática y al no poder enamorarla, aprovecha el momento para preguntarle más, para así poder imaginársela y hacerla suya en su imaginación.

—Está bien. Cuando entramos a la habitación me acomodó en la cama y luego, él se echó sobre mí, nos estuvimos besando, cosa que duró poco tiempo, ya que luego intentó quitarme el polo, pero yo no me dejé. Sentí que algo se endurecía debajo de su cintura, me dio curiosidad, lo hice a un lado y vi que era como especie de un bulto bastante notorio, lo toqué y él no se quejó; es así como seguí palpando en silencio esa hinchazón, hasta que sentí mucha curiosidad y sin pedirle permiso alguno, le desabroché el pantalón, él me dijo: “Frótalo, es riquísimo -con una voz  muy agitada- verás que es muy divertido.” Es ahí cuando entendí que era su parte genital, sentí mucho miedo, quería que el mundo me tragase; pero él entendió muy bien mi miedo y me sedujo besándome; es ahí donde no tuve mayor reparo en dejarlo que me quitase la ropa, estaba excitadísima. Luego, abrió una cajita, sacó de ella un sobre pequeño que contenía un plástico que se ceñía perfectamente a su sexo.

—Puedes obviar esa parte, continúa con lo que sigue. — le recomendó el Padre, que, en verdad, sólo quería seguirse imaginando que lo que ella le estaba contando, lo estaba haciendo con él.

—Bueno, está bien. –dijo Lorena– Él introdujo su órgano viril en el mío, me dolió muchísimo. Le dije que me dolía, pero no le importó y siguió moviéndose, mientras yo daba fuertes gemidos del dolor. No intenté escapar, porque luego sentí placer; además, él tampoco me hubiese dejado ir.

—Está bien—dice el Padre. –reza un Ave María.

—Padre, pero ese no es mi único pecado. —dice Lorena, preocupada.

—No te preocupes. Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


***


— Mírala, qué linda. Está hermosísima, Daniel. –dice Ramón, impactado. —Es la mujer más bella que he visto en toda mi vida.

—Sí, pero no es para que estés así, todo asombrado—dice Daniel, algo incómodo.

—Es que tú no has escuchado lo que le contó al Padre. —dice Ramón, sin salir de su asombro. — Ya ha hecho el amor con su enamorado, lo escuché todito. Dichoso su enamorado. ¡Qué bella mujer! Como quisiera tenerla un solo día en mi cama y hacerle el amor.

—¡Basta ya! Respeta que estamos en la Iglesia. —dice Daniel, algo molesto por la irreverencia de su amigo.

—Recién ahora te la quieres dar de santo, maricón, cuando, en verdad, todo el mundo sabe que eres un mañoso de mierda y que miras a todas las mujeres con malos ojos. —dice Ramón, enfadado.

—No digas eso. He hecho una promesa con mi mami y no la puedo defraudar. Voy a cambiar, porque de lo contrario, me iré al infierno y jamás podré salir de ahí. —dice Daniel.

—Ay, mi mami dice que debo ser santo. —se burla Ramón— ¡Cojudeces! Adiós maricón, me voy a confesar para no encontrarme en el infierno con la chismosa de tu madre.


***

Al terminar de confesarse, Daniel se ubica en su sitio, al costado de su mami, quien lo recibe con una sonrisa angelical -aquella bella sonrisa que como algo mágico recibía todos los domingos al entrar a la Iglesia- y le indica que se arrodille para que haga su penitencia.
Al terminar su penitencia abre los ojos muy despacio, lentamente, tal y cual lo hacía mami y todas sus amigas que asistían a esa misa. Al levantar la mirada encontró un cuerpo perfecto, voluptuoso, deseable, espléndido. Se sentía atraído, le llamaba la atención, nunca había visto unas nalgas tan grandes y tan bien definidas; pero, eso no podía suceder, le había prometido a mami que sería un hombre santo, un hombre de bien.

—Señor ayúdeme, por favor, no puedo defraudar a mamá.
Daniel decidió quedarse arrodillado unos minutos más, pidiéndole a Dios que le quite esos malos pensamientos de la cabeza, pero ya era muy tarde, su pene estaba erecto.

—Señor, por favor, apiádese de mí. Quiero escuchar la misa y así como estoy no podré levantarme, por favor, ayúdeme. Que sea lo más rápido posible, please, mi mami se va a dar cuenta y me va a pegar.





—Qué bello tu hijo. Se nota que ha sido bien criado. Todo un ejemplo como la mamá. Te felicito. Mira como reza, ya quisiera que mi Dieguito sea así. —susurraba Amanda a la mamá de Daniel.

—Ay sí, para qué, mi hijito me ha salido todo un caballero. Aunque se me estuvo portando medio mal ahora último, pero ahí le estoy llevando la mano, le estoy poniendo la mano firme, porque tú sabes que así como están las cosas ahora, es mejor ponerlos en su sitio a la primera nomás. Estos chicos de ahora se creen muy sabidos, pues. Ya le he dicho también que se deje de juntar con ese tal Felipe, que no es una buena ficha, para todo zarrapastroso. — dice la mamá de Daniel.

Daniel odió ese momento y lo odió más, porque era Amanda, la vieja más chismosa del barrio y la más hipócrita. No tenía por qué enterarse que se había portado mal.

— Oye, qué va a decir el Padre—dice Amanda, entre risas— Nos va a querer botar de la misa por estar hablando mucho, bien fregado es. Hablamos finalizando la misa, además que tengo algo que contarte de lo que le pasó a Kathy y a su marido, parece que se divorcian.
En ese momento, Daniel se da cuenta que su pene se había encogido y dio gracias al Señor por haberlo ayudado. Luego, prometió que nunca más volvería a ver con malos ojos a una mujer.


***


Al finalizar la misa, Ramón va en  busca de Daniel.
— ¡Oye, eres el hombre más suertudo de este mundo! —exclamó Ramón— y tú que eres un pendejo, no dudaste en mirarla. ¿Crees que nadie se dio cuenta que cuando habías terminado la penitencia, abriste los ojos y te quedaste asombrado con las nalgas de esa tal Lorena?

—No es eso. Cállate. –dijo Daniel, sonrojado. –Yo sólo estaba rezando, nunca vi nada, es más, ni cuenta me di que estaba delante mío.

— ¡Mentira! Yo te vi y no me lo puedes negar. –dice Ramón. –Y no sabes lo mejor de todo esto…

—Dime, ¿qué sucedió? –preguntó Daniel.

—Su hermano va a estudiar con nosotros. Así que la veremos muy seguido en las reuniones del colegio, en las fiestas, etc. Me caso con ella, está buenísima. —dice Ramón entre risas.

—Por favor, Ramón, no seas así. Su hermano estudiaré con nosotros, respeta a nuestro nuevo compañero.

—Últimamente estoy pensando que eres un gay. –dice Ramón, muy molesto. –Si quieres ser mi amigo, vuélvete hombre.


Ramón lo escupió en la cara y Daniel sintió mucha pena por su mejor amigo.

***

Al llegar a casa, su mamá le dijo que no podía prender la televisión, porque no quería que sea un niño materialista y además, que en la televisión pasan imágenes para adultos.

—Mamá, pero sólo veré dibujos. –dijo Daniel.

—No, mi amor, no te puedes hacer dependiente de la televisión, si te dejo te estaría haciendo un daño. Eso es muy malo.
Daniel recordó que no podía responderle mal a su mamá, ni mucho menos desearle la muerte como estaba acostumbrado, porque eso lo estaba alejando de su meta de ser un niño santo. Sólo atinó a entrar a su cuarto y ponerse pijama. Rezó un rosario. No podía dormir, daba vueltas en la cama. De pronto se acordó de Lorena y sintió que su pene nuevamente estaba erecto. Intentó rezar, pero le fue imposible, su pene seguía erguido. En medio de la oscuridad se bajó el pantalón de pijama y lo dejó al aire libre. Sintió necesidad de tocarlo, sólo tocarlo, quería ver si cogiéndolo fuerte volvería a encogerse. Mentira, era un mito, ya que eso sólo lo llevó a excitarse más. Empezó a frotarlo, mientras imaginaba que hacía el amor con Lorena, se excitaba imaginándose su trasero, sintió mucho placer, pero la idea de no defraudar a su mamá lo golpeó, lo hirió demasiado, quiso intentar dejar de hacerlo,  pero de nada sirvió y siguió masturbándose. Llegado el momento sintió una sensación única y deliciosa, perfecta; todo su pantalón de pijama estaba húmedo. No soportaba irse a dormir así, sintió la necesidad de ir al baño, pero bastante astuto se quitó los zapatos para que su mamá no escuchase sus pasos. Al abrir la puerta del baño, se dio con la sorpresa que estaba su madre en el inodoro, ella se sorprendió, lo vio todo mojado y sintió aquel olor que sólo había percibido aquella noche que tuvo su primera relación sexual, aquella vez en la cual salió embarazada de Daniel, su único bebé.

Daniel se echó a llorar y le pidió a su madre que lo disculpe, pero fue en vano, su madre estaba destrozada, había perdido las esperanzas de que su hijo sea santo, creyó que su niño adorado era un pervertido y que jamás su hijo sería un hombre puro. Desde aquella vez, Daniel y su madre se distanciaron, ya no era ese amor tan bello que los unía desde su nacimiento hasta ese triste, excitante, doloroso y placentero día.

A los veintidós años, Daniel decidió dejar esa vida perversa que había llevado durante tanto tiempo, teniendo relaciones con una u otra chica. Entró al monasterio y a los veintiséis años se ordenó sacerdote, pero jamás se sintió mal, ya que él sabía muy bien que todo lo que había vivido lo iba ayudar para él poder comprender y guiar mejor a muchos jóvenes que pasen por lo que él pasó. Daniel es el Padre más querido del pueblo y es ahora el sueño hecho realidad de su madre, pero, lamentablemente, su madre murió cuando él tenía apenas veintitrés.