domingo, 4 de marzo de 2012

EL SUICIDIO DEL COMPLEJO.


Desde hace muchos años me dediqué a tratar de hacerme amigo de mis compañeros del colegio que se movían en mejores grupos que yo. Hice de todo. Me reía de sus chistes, así no me dieran risa, los halagaba aunque me parecieran unos pelotudos, creídos y atorrantes. Para ser sincero, yo quería ser así y mis padres, también quería que sea así.

Me moría porque Mario me invitara a sus reuniones, que me dijera para salir con su grupo o simplemente, hacer algo los dos solos. Todo lo que hice fue en vano. Mario sólo me utilizaba, mientras estábamos en el colegio para que le pase la respuesta, le dé la razón en todo y le festeje sus bromas. Luego, cuando estábamos en la calle hacía que no me veía y en el mejor de los casos, me saludaba con mucho desdén. Yo me deprimía, porque pensé que jamás volvería estar en ese grupo y mis padres literalmente me matarían.

Es así como un tiempo me alejé de ese medio. Busqué refugio en mis amigos de infancia, mis amigos del barrio, mis verdaderos amigos; quienes siempre tuvieron los brazos abiertos para mí. Odié por mucho tiempo a los chuchasumadres del grupo de Mario. "Esos pituquitos de mierda se van a cagar conmigo. Ya se jodieron. Sus fiestas y amigos me los paso por los dos cojones. Ojalá que se pudran y cuando llegue a ser algo en la vida me la voy a vengar; que no me pidan ni mierda." pensaba cada vez que los veía.

Mientras más me alejaba de ellos, más cólera les tenía. Odiaba ver a Mario y a sus amiguitos con chicas lindísimas. Mario, tampoco hacía el intento de llamarme a su grupo nuevamente, jamás me presentaba a una de esas chibolas pituquitas que tanto me arrechaban, pero que nunca me hicieron caso. Es verdad, pues, ellos son muy bellos, respetuosos y con buena labia, en especial, Mario. Él es un hombre ágil, fuerte y es muy amiguero.

Todo eso fue hasta cierto tiempo. Mis papás me pedían que intente nuevamente hasta que me convencieron y fui en busca de ellos. Además, eso serviría para demostrarles a mis amigos de toda la vida, que había llegado  más lejos que ellos, que era parte de los “pituquitos” - como ellos le decían y yo, en algún momento lo dije-- pero, para reinsértame creí necesario hacerme un nuevo corte de cabello, vestirme como ellos, demostrarles que era un bribón e incluso hablar con las mismísimas jergas. No obstante, también necesitaba saber de los últimos acontecimientos para poder entender las bromas y ser partícipe de ellas. Todo un cambio.

--Brother, está pajasa.

De verdad, se me veía como ayayero, lameculos, sobón. Pero, ¿Qué podía hacer? No me quedaba otra. Yo tenía que llegar a ser tomado en cuenta en ese medio. Ser uno más.
En ese perseverante intento de ser como el líder del grupo - es decir, como Mario- empezó a nacer algo extraño en mí. Me enamoré de Mario, era todo para mí. Me sentía como una verdadera puta. Todo lo que él me pedía, lo hacía, a cambio de seguir siendo su amigo. Nunca intenté nada con él; a pesar, que me gustaba. Sé que si lo hacía, él me odiaría y dejaría de ser mi amigo, ya que él es muy pegado a la religión.

Nunca me había pasado algo parecido. Toda la vida me habían gustado las mujeres, pero no era oportuno enamorarme de una chica en ese momento, porque temía que a mis amigos no le pareciese bonita. Empecé a hablar mal de mis amigas, prácticamente las trataba de rameras para que ellos no creyesen que una de ellas posiblemente me guste. Creo que el hecho de no interactuar con mujeres y mi arrechura casi como la de un animal, me llevó a enamorarme de mi mejor amigo.

Después de un tiempo, me empezaron a tomar en cuenta en sus reuniones. Comencé a medirme más al actuar y al hablar, a observarlos cómo ellos se comportaban frente a las chicas para yo también hacer lo mismo y a reírme a carcajadas de sus chistes para que no me vean como un estorbo. (Ya era parte del grupo)
Cuando llegaron las vacaciones nos alejamos un poco. Me enteré que habían conocido unos amigos en Lima y andaban con ellos en reuniones y fiestas. Esto no me incomodó, entendí que si no me invitaban era porque estaba en Chincha y era complicado viajar.
Una noche me conecté al Messenger. Decidí saludar a Mario, tiempo que no hablaba con él.

  --Hey, ¿Qué ha sido de tu vida, huevón? A los tiempos.
                --Discúlpame, pero, ahora no tengo tiempo.


    "Qué raro porque está de vacaciones. No creo que no quiera hablar conmigo. Él es mi amigo y nunca me haría algo así" pensé. Luego, busqué a Tomás, un gran amigo del grupo.



  --Brother ¿Cómo estás? ¿En qué andas?
                --Bien, bien.
                --Me alegro como mierda que estés bien. Qué paja encontrarte después de un huevo de tiempo. Se te    extrañaba un culo.
                --Ok ok, gracias. Ya me tengo que ir. Hablamos otro día.

Mi vida se vino abajo. Mis dos mejores amigos me habían dicho que no podían hablarme. Noté que no era normal en ellos hablar de esa forma. Ahora mis padres se desgañitan replicándome porqué dejé perder ese grupo. Mis papás toda la vida me hicieron ver en ellos a los mejores amigos de mundo.

Hoy odio ese maldito y puto complejo que me inculcaron mis padres. Ahora, no tengo amigos. Mi grupo de toda la vida ya no me quieren, ya un día me invitaron a una reunión y les dije que no iba a ir a nunca más, que en el grupo de Mario es otro ambiente y que sus reuniones se las metan donde nos le caiga el sol. No quería ser amigos de ellos nunca más.
La vida ha dado vueltas. Ahora, yo soy quien necesito un grupo. Ahora, yo soy el excluido. Nadie me quiere y nadie me querrá. Estoy metido en esta mierda de las drogas por hacerme el “pendejo” del grupo, por creer que esa maldita hierba me iba hacer más persona. Sólo soy un perfecto estúpido. Ya no quiero seguir en esta vida. Mis sueños están hechos mierdas.

Ya es tarde. No sé qué hago en este mundo. Ya debo de partir. Sólo esperaré que Dios decida en qué momento la pócima termine de hacer efecto en mí. ¡Hasta nunca!





No hay comentarios:

Publicar un comentario